Las personas emocionalmente ausentes tienen una gran coraza que los separa del mundo y de las demás personas. Han sufrido, probablemente cuando fueron niños o niñas se sintieron abandonados por las figuras más importantes en su desarrollo emocional: la madre y el padre, o las figuras que cumplieron esos roles en sus vidas. Inconscientemente, más que como una decisión, optaron por abandonar al mundo antes de que el mundo los abandonase a ellos. No son personas solitarias necesariamente, pueden estar rodeados de gente que los quiere, pero hay algo en ellos que los separa del amor que reciben y algo que les impide dar amor de forma libre. Es la herida. La herida del abandono, la herida de la premeditación.
Qué premeditan. Advierten abandonos futuros, contratiempos, posibles daños. Su herida es una herida cicatrizada que aún tiene vida debajo de la piel. Ante el peligro, real o psicológico de un vínculo amoroso que despierta o que reclama atención, se retiran al cuerpo del dolor protegiéndose. Quisieran estar cerca, dar, recibir, sentirse excitados ante un “te quiero” efímero (como son todos los “te quiero”), pero están en algún punto del fondo de su alma: apagados. Las grandes muestras de amor que otras personas les ofrecen no saben cómo manejarlas, creen que estar allí para recibirlas es suficiente y no lo es. Los vínculos amorosos siempre esperan reciprocidad. (Que no somos Dioses ni Budas, al menos no todos y no por ahora.) La mayoría de los mortales, incluso quienes han hecho una labor para crecer y madurar emocional y espiritualmente necesitan reciprocidad. La reciprocidad llevó a nuestra especie hasta el siglo XXI, la reciprocidad o la necesidad de ella está escrita en los espacios que separan las letras del Homo sapiens, son huella, necesidad, aventura, incluso respuestas.
Todo lo que se pregunta el ser humano tiene que ver con dar y recibir, con el apoyo, con las redes que mantienen el tejido social. Las personas emocionalmente ausentes rompen el tejido, para que las redes funcionen tiene que abrirse el espacio entre los seres humanos donde puedas dejarte ser ante un otro o una otra sin temer las represalias, sin temer que esa persona usará tu vulnerabilidad para lastimarte. El siglo XXI está lleno de personas que se encuentran con otros desde la coraza, desde el olvido. Han olvidado que se puede ser uno mismo, ser profundo, emocional, abierto, vulnerable, sin que nadie o nada te dé con un palo por la cabeza.
Pum, pum: “eso te pasa por andar desprevenido, que el mundo es de los desconfiados” dice el Sistema sujetando el mazo con el que te ha golpeado más de mil veces. Hoy estamos frente a un gran RETO o despertamos o morimos. La especie necesita corazones abiertos, confianza, profundidad. No queremos más personas emocionalmente ausentes. No las necesitamos. La próxima vez que alguien te diga “te amo”, haz algo por nuestra especie: no esperes más para decir yo también “te amo”, “gracias” o lo que sea… y correr a los brazos de quien ha vulnerado su coraza para abrirte su corazón.
Sé que sueno muy cursi, no me importa, si algo salvará a nuestra especie son las personas que hacen caso omiso de su ancestral miedo para abrazar a alguien sin saber si la otra persona responderá a su abrazo. El amor necesita arriesgarse, ser humano en todo lo que ser humano implica requiere osadía. Toma riesgos sin pedir facturas a cambio, sin pedir garantías. Aunque posiblemente te duela más adelante, ¿cuál es el problema? ¿Cuándo tu coraza realmente te ha servido para no sufrir? Lo importante ahora es romper la coraza. Con el tiempo verás que ya no la necesitas.
Ho’oponopono. Por todas las veces que me abrazaste y no supe cómo responder a tu abrazo. Por todas las veces que mi frialdad te lastimó. Por todas las veces que te abandoné. Lo siento. Perdóname. Te amo. Gracias.
Nadir Chacín
El corazón es como el follow en Twitter: Si quieres puedes dárselo a alguien, pero no hay garantía de que esa persona te dé el suyo también.
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